¿Para que hora y tiempo hemos llegado al Reino? Maestro Miguel Fuentevilla Terán

09.02.2013 18:09

¿Para que hora y tiempo hemos llegado al Reino? Maestro Miguel  Fuentevilla Terán

Lectura Bíblica    Eclesiastés 3: 10- 15

Texto clave:          Eclesiastés 3: 11 “Y ha puesto eternidad en el corazón de  ellos”

Objetivo:               Se pretende explicar el modo en que la eternidad del espíritu en el hombre muestra el propósito de haber llegado al Reino de Dios.

 

Introducción: El catecismo menor de Westminister dice que el fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre. Son palabras que entrañan la realidad de la libertad del cristiano que se aleja de la necesidad y de la casualidad como determinantes de la vida, porque ya no se mueve en el destino inconsciente y angustioso de la nada, pues le ha sido revelada por “el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” [1ª Timoteo 6:16] la eternidad en él, aquél aliento de vida soplado en su nariz que le hizo alma viviente [Génesis 2: 7] en su intimidad se le revela como Verdad absoluta que habita en el cuerpo “ en tu boca y en tu corazón” [Romanos 10: 8] dice San Pablo, “…Esta es la palabra de fe que predicamos” Palabra- Norma. Premisa de la justicia, la paz y el gozo distintivos del reino de Dios, donde la incredulidad, superstición, servilismo carecen de significado y la fe como una certeza que se desdobla en nuestra interioridad nos muestra anticipadamente esa eternidad.

    La infinitud- revelación nos descubre ordenadamente las obras perpetuas de Dios, para nosotros como posibilidades aún en el extremo límite del horizonte futuro del que estemos separados por un pavoroso abismo donde la desesperación tiene su sede, donde se aprende por esa eternidad puesta en nosotros que no es el destino fatal azaroso quien domina la realidad sino “el propósito del que hace todas la cosas según el designio de su voluntad.” [Efesios 1:11] “como un don de Dios” [Eclesiastés 3:13] concurrente en la vida individual del ser humano, en los procesos interpersonales, en aquellos aspectos de necesidad personal o colectiva haciendo que Dios coopere con “los poderes subordinados, de acuerdo con las leyes pre- establecidas para su operación haciéndolas actuar, y que actúen precisamente como lo hacen” [1]    

     El acontecimiento en los días del déspota oriental Persa Asuero-Jerjes [486-465 a. C.] que reinó desde la India hasta Etiopía sobre ciento veintisiete provincias, con aproximadamente una longitud de 4,800 kilómetros y una anchura de 800 a 2,400 kilómetros, una superficie de 5,200,000 km2 cuya sede se encontraba en Susa al norte del golfo pérsico. Heródoto señala que  para castigar a los atenienses por su revuelta en el mar jónico fue reunido un ejercito de un millón setecientos mil hombres, por lo que el número de habitantes de ese reino rebasaría el número del ejercito conformado, luego con el zoroastrismo como religión principal, destaca Esther como elegida de Dios [Hadasa] Estrella en Persa, Mirto en Hebreo [Esther 2:7] mujer hermosa que confrontó la listitud, la finura para el mal, la habilidad mortal en el sentimiento malsano de Amán: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey. Entonces el rey quitó el anillo de su mano, y lo dio a amán hijo de Hameadata agaguego, enemigo de los judíos. Y le dijo la plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te pareciere” [Esther 3: 8, 9, 10, 11] Por lo que Mardoqueo pidió ayuda a Esther, aunque Esther le respondió a Mardoqueo “Todos los siervos del rey, y el pueblo de las provincias del rey, saben que cualquier hombre o mujer que entra en el patio interior para ver al rey, sin ser llamado, una sola ley hay respecto a él; ha de morir; salvo aquél a quien el rey extendiere el cetro de oro, el cual vivirá; y yo no he sido llamada para ver al rey estos treinta días” [Esther 4:11] Luego, la respuesta de Mardoqueo fue: “¿Quién sabe si para si para esta hora has llegado al reino?” [Esther 4:14] Esther fue confrontada con su inmortalidad por estas palabras, su inteligencia encontró obstáculos escandalosos e insuperables, sin embargo, su fe lo explicó de un modo triunfal y silencioso “ayunad por mí y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día: yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.” [Esther 4:16] Esa operación del Espíritu Santo en su voluntad determinante en su vida le permitió restaurar la evidencia que es la realidad del poder de Dios cooperador con lo pre- establecido por el mismo, mediante el recuerdo de lo que Dios hizo en el pasado para salvar su pueblo por manos de Gedeón, Jefte, Samuel, David…y el modo en que la liberación venía era a través del clamor del pueblo compungido. Saberse elegida de entre mas de un millón y medio de personas de diversas nacionalidades como reina le mostró que era para ese momento para el cual era reina. En lo secreto se comprende que “lo absoluto es cruel”, dice el doctor Jhon A. Mackay citando a Kierkeergard. Lo es para todo lo relacionado con el viejo hombre y dar perfecta libertad al hombre nuevo a fin de saber que la verdadera libertad consiste en ser cautivos de lo divino que sepultan en vida al viejo yo y nos dice lo que te he quitado no es para dañarte te lo quité, sino para que lo buscaras en mis brazos. Solo en la cautividad de Dios podremos comprender para que hora y momento hemos llegado al reino.   

     Saber para que hora y momento hemos llegado al reino es completar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos en la nueva criatura, es la suma de nuestra sabiduría comprender que es don de Dios comer, beber y gozar el bien de toda su labor como dice Salomón, más conocer el propósito de nuestra existencia en la tierra como cristianos arroja sentido y claridad aun en lo más oscuro del peregrinar. “Más ahora está turbada mi alma: ¿Y qué diré? ¿Padre, sálvame de ésta hora? Más para esto he llegado a esta hora [San Juan 12:27]  “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad...” [San Juan 18:37] Una claridad de conocimiento y de sentido en Esther y en nuestro Señor Jesucristo “si perezco que perezca” “para esto he venido” implica no temer perder la condición material que es el cuerpo por medio del cual se hace presente el alma por el primer bien amaras a tu Dios por sobre todas las cosa y luego por un justo bien amarás a tu prójimo como a ti mismo que le da sentido a la vida, porque conocieron y amaron lo que anhelaron por eso encontraron el momento y la hora para la que llegaron al reino. Nosotros con fundamento en el testimonio de las Escrituras como medio de gracia y como un principio de conocimiento, así como participantes de la naturaleza divina [2ª Pedro 1: 4] vivimos en la Iglesia y observamos el establecimiento de organizaciones como la sociedad femenil que concentra el trabajo de la mujer que no es el fin del todo pero si es una manera de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo por quien el mundo nos es crucificado y que nos permite ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor [Filipenses 2: 12] pues justo es dice San Pedro despertarnos con amonestación [2ª Pedro 1: 13,14] sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. Y no sabemos si la hora y el momento para el que hemos llegado al reino sea aquel momento en que comienza el abandono de nuestros logros, títulos, grados, nombramientos, esposas, esposos, hijos, posesiones hasta quedar el alma desnuda del cuerpo y tener al ángel del Señor que nos diga es la hora. O todavía más adelante las palabras de nuestro Señor Jesucristo: “entra en el gozo de tu Señor” [San Mateo 25:21]  y se haga realidad nuestra confesión el fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre.

 

[1] Luis, Berkohf, “Teología Sistemática, Michigan, libros Desafío, 2005, 202 p.