Cómo aconsejar a alguien que lucha con el voyerismo, exhibicionismo y pedofilia, y está casado/a Miguel Fuentevilla Terán (Maestro en Filosofía)

09.02.2013 18:36

 

Cómo aconsejar a alguien que lucha con el voyerismo, exhibicionismo y pedofilia, y está casado/a Miguel Fuentevilla Terán (Maestro en Filosofía)

Lectura bíblica: Romanos 13: 10-14

Texto clave: “sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” [Romanos 13:14].

Objetivo: Se pretende  explicar al matrimonio cristiano que cualquier práctica sexual ajena a la pareja, procede del pecado, es sancionada, pero en Cristo queda una posibilidad de perdón por su puro amor, en tanto exista un verdadero y permanente arrepentimiento.

Introducción  el voyerismo, [voyeur, del verbo francés (voir) ver, y el sufijo (eur) traducido al español sería “mirón”] se caracteriza por la contemplación de personas desnudas o realizando actividad sexual, a fin de excitarse sexualmente.

       Exhibicionismo, [del latín exhibere, (mostrar)] una conducta humana tendiente a exhibirse en público de modo excesivo, tanto físicamente, como insistir ostentosamente y de modo espontáneo en sus convicciones, sus capacidades, aversiones, sentimientos.

      Pedofilia, [del griego (paidos) muchacho-niño, (filia) amistad] es  la excitación o placer, a través de fantasías o actividades sexuales con niños, que oscilan entre 8 y 12 años de edad.

      Es pertinente advertir que estas prácticas son legalmente penadas pero principalmente la pedofilia. El artículo 4º párrafos VI, VII y VIII de la Constitución Política dice: “Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. Los ascendientes, tutores y custodios tienen el deber de preservar estos derechos. El Estado proveerá lo necesario para propiciar el respeto a la dignidad de la niñez y el ejercicio pleno de los derechos. El Estado otorgará facilidades a los particulares para que coadyuven al cumplimiento de los derechos de la niñez”.

      Por su parte, el Código Penal del Distrito Federal en su Capítulo VI, referente a la violación, abuso sexual y hostigamiento sexual, cometido a menores de doce años, sanciona con pena de ocho a veinte años de prisión. También el Código Penal Federal en su Título Octavo sobre los delitos contra el libre desarrollo de la personalidad, en el caso de exhibicionismo o corrupción de menores, establece una pena de cinco a diez años de prisión y multa de quinientos a mil salarios mínimos. Delitos cometidos contra menores de edad, considerados de alto impacto, se persiguen de oficio, no procede el perdón, por lo que el peso de la ley penal es severo.

      Ahora bien, respecto del tema, desde tiempos antiguos ha sido materia de especulaciones, por ejemplo las relaciones de Sócrates [470-399 a. C.] y el joven Alcibíades o la de Marco Aurelio [121-180 a. C.] y Fronto. Así como los casos conocidos durante el imperio romano en tiempos de San Pablo, a los que el apóstol hace alusión en su carta a los Efesios 5:11,12: “y no participéis en las obras de infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas, porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto”.   

      Por otro lado, entre los temas de investigación de Sigmund Freud, [1856-1939], se encuentran explicaciones relacionadas con la sexualidad. Luego, de unos veinte años a la fecha, Michel Foucault [1926-1984] en su Historia de la sexualidad humana y en su Hermenéutica del sujeto, se ocupa de explicar el juego con el sujeto, el bíopoder.

      Los tiempos actuales, siguen mostrando un interés por el cuerpo humano, su belleza y su explotación.

 

 

Desarrollo.- La sexualidad, per se, es una constante en la historia humana, existen teorías propositivas y explicativas sobre las causas generadoras, por ejemplo, del voyerismo, el exhibicionismo o la pedofilia. Cada época, se caracteriza por la dominación de una forma de interpretación, en este caso, cuestiones derivadas de la sexualidad humana. De ahí que las teorías sean relativas, en tanto encarnan una época y se convierten en hijas de su tiempo.

      Las respuestas a la problemática de la sexualidad, fluctúan desde argumentar la personalidad inmadura, sentimientos de inferioridad, trastornos narcisistas, frágiles autoestimas, actitudes negativas hacia la sexualidad, el abuso sexual en la niñez, la idealización de ciertas partes del cuerpo humano, la deficiencia para controlar los impulsos, una educación sexual negativa.

       Desde luego, la Palabra de Dios, explica el problema de la sexualidad, en razón del pecado. Según Calvino, “pecado original es una corrupción y perversión hereditarias de nuestra naturaleza, difundidas en todas las partes del alma; lo cual primeramente nos hace culpables de la ira de Dios y además produce en nosotros lo que la Escritura denomina obras de la carne” 1 Siguiendo la definición de Calvino y de la Palabra de Dios, por supuesto, se dirá que el pecado no se origina cuando el ser humano se relaciona, cuando se conforma una sociedad. El pecado es parte de la naturaleza enajenada del ser humano, a partir de su caída, antes de cualquier forma de socialización.

      El pecado produce discontinuidad en la naturaleza humana, vertida en una incesante lucha entre la carne y el espíritu aun en los cristianos. Calvino señala: “Para mejor entender esto es necesario recurrir a la distinción entre la carne y el espíritu, de que ya hemos hecho mención, y que claramente se comprueba en este punto. En efecto, el corazón de los fieles siente en sí mismo esta división, según la cual en parte está lleno de alegría por el conocimiento que tiene de la bondad divina, y en parte experimenta gran congoja por el sentimiento de su propia calamidad; en parte descansa en la promesa del evangelio, y en parte tiembla con el testimonio de su propia maldad; triunfa con la posesión de la vida, y en parte tiene horror de la muerte. Esta oscilación proviene de la imperfección de la fe, pues jamás en esta vida presente llegaremos a la felicidad de estar libres de toda desconfianza y de poseer la plenitud de la fe. De ahí esta continua batalla, cuando la desconfianza que habita en la carne y en ella está arraigada, se levanta contra la fe del espíritu para atacarla y destruirla”.2

        El voyerismo, exhibicionismo y pedofilia, como parte de la naturaleza pecaminosa del ser humano, son desviaciones provenientes del pecado, tendientes a esclavizarlo y arrastrarlo a la miseria, dado que operan en la naturaleza caída, incluso del cristiano. Se batalla contra los deseos carnales, contra esa disposición interna, hacia lo llamado bueno por Dios, Jesucristo dijo: “lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la insensatez” [San Mateo 7:20-23].  

      Un antídoto poderoso, infalible contra el pecado y las desviaciones sexuales es el amor. Su poder es tan eficaz, como que fue el instrumento por medio del cual, el Creador se acercó a sus criaturas, como dice San Pablo: “Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nuestros pecados” [Romanos 5:8]. Si bien es cierto el pecado es una constante, también lo es el amor. De hecho, el amor se convierte en el único instrumento capaz de dignificar al ser humano en su oficio de hombre, mujer, esposo, esposa, hijo o hija. San Pablo, dice: “…cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” [Romanos 5:20]. El apóstol habla del amor de Dios, capaz de sostener la vida y sus relaciones en todas sus modalidades. De hecho, sin el amor de Dios, la tierra quedaría calcinada permanentemente, inmediatamente después de la caída, o el juicio de Sodoma y Gomorra se habría extendido en todo el planeta. Sin embargo, ese amor avasallador y perfecto permite la existencia y convivencia en comunidad, solo que al amparo de sus mandamientos, de donde se deriva todo anhelo de moralidad y de justicia; en tanto que, la justicia es una potencia de la creación, consolidada por la obra expiatoria del Buen Jesús. Prueba de ello,  es que los Estados de la comunidad internacional, México y su sociedad, en particular, repudian y llaman delito al que atente contra la integridad de un menor, hasta ser sancionados penalmente.

       Además, el amor de Dios no avergüenza en tanto que, “ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que no es dado”. [Romanos 5:5]

       Un amor que permite la oportunidad del arrepentimiento, donde éste, desde una definición reformada: “Es una verdadera conversión de nuestra vida, la cual procede de un sincero y verdadero temor de Dios, y que consiste en la mortificación de nuestra carne y del hombre viejo y en la vivificación del Espíritu”.3

     El arrepentimiento aleja al hombre de sí, y lo vuelve a Dios, para dejar su vieja manera y propia voluntad, lo despoja del viejo hombre y sus vicios, para revestirse del nuevo. En los hechos reales, el arrepentimiento produce frutos como la santidad, el amor puro y sin fingimiento, la entrañable misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre y paciencia. Una circuncisión del corazón que doblegue los afectos más corruptos en la intimidad y secrecía de la subjetividad.

      Un arrepentimiento verdadero, proveniente del recto temor de Dios, Calvino dice: “antes de que el alma del pecador se incline al arrepentimiento, es necesario que se despierte con la consideración del juicio de Dios”.4 Puesto que, como bien lo dice el Profeta: “No sea que mi ira salga como fuego; y se encienda y no haya quien la apague por la maldad de vuestras obras” [Jeremías 4:4]. Lo dicho en otro momento por San Pablo: “Dios habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia” [Hechos 17:30,31]. Bajo la sombra de estas palabras, no es de extrañarse que en el día del juicio de Dios, el ser hallados faltos y escuchar sus palabras “no os conozco” será justificado.

      Así mismo, la mortificación de la carne, como dice el salmo “apártate del mal y haz el bien” [Salmo 34:14]. “Mandamiento difícil y arduo que nos despojemos de nosotros mismos y que abandonemos nuestra natural condición. Porque no hemos de creer que la carne está ni aniquilada cuanto tenemos de nosotros mismos. Más por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios. El primer peldaño para llegar a la obediencia de la Ley de Dios es la abnegación de nuestra naturaleza y voluntad”. 5

        El ordo salutis [orden de salvación] empieza por el arrepentimiento y la verdadera  conversión del pecador hacia Dios, donde el poder del Espíritu Santo, opera el milagro de la conversión, mediante un necesario orden, sustentado por su puro amor para el bien del ser humano.

 

 

 

Conclusión.- La conversión verdadera, según el Doctor Berkhof, presenta dos modos; la conversión  activa y la conversión pasiva: “La conversión activa, es un acto de Dios por medio del cual El mismo cambia el curso consciente de la vida del hombre, y la conversión pasiva es el acto consciente del pecador regenerado por medio del cual él mediante la gracia divina se vuelve a Dios con arrepentimiento y fe”.6

      Una vez enderezado hacia la justicia divina, Dios procede a perfeccionar su obra en sus hijos,  a fin de favorecer la santificación, como aquella “operación bondadosa y continua del Espíritu Santo, mediante la cual El, al pecador justificado lo liberta de la corrupción del pecado, renueva toda su naturaleza a la imagen de Dios y lo capacita para hacer buenas obras”. En este caso de los pecados de la sensualidad, para vivir acorde a sus mandamientos.

     Solo mediante el amor de Dios derramado en el corazón humano, se puede lograr el arrepentimiento, “nos abre la puerta para el conocimiento de Cristo, el cual no se manifiesta mas que a los miserables pecadores, que gimen, sufren, trabajan, se sienten abrumados, padecen hambre y sed y desfallecen de dolor y miseria, del mismo modo conviene, después de haber comenzado a andar por el camino del arrepentimiento, que sigamos por él todos los días de nuestra vida y no lo dejemos jamás hasta la muerte, si queremos permanecer en Cristo”.7

      La lucha contra la sensualidad es a muerte, aun y cuando los brazos están caídos, las rodillas están paralizadas, los ojos semiabiertos, y no queda más deseos de mirar siquiera la Palabra de Dios, cuando el espíritu se encuentra en los más desolados desiertos del desgano, de la depresión, al borde de la muerte, de la impotencia, de la tristeza, se desfallece de dolor, es una prueba del peso de la culpa, por atentar contra el Creador, es en ese momento, en el fondo de la horrenda soledad, a un paso del infierno, se debe pedir, balbucear, perdóname. Es en ese momento donde la oración, como ese descargar el corazón delante de Dios, básicamente hace depender la totalidad de la vida de este diálogo humano-divino. Una convergencia altamente enfocada que reúnen todas las expresiones internas del cristiano, además de las externas, siendo ambas pertenecientes a la vida diaria con el poder de Dios, con la ayuda del Espíritu Santo, el gran “Maestro adecuado en el arte de la oración. No solamente inspira en nosotros las palabras, sino que guía los movimientos de nuestro corazón”. 8 Es en esa lucha cuando la oración sin cesar, tiene sentido, toda vez que media entre el sentir y el creer, para ello, es necesaria la sinceridad consigo mismo, para ser ayudados por Dios, es necesario hablar con sinceridad, sin rodeos, no se trata de suavizar el tema adornando el pecado, ello implica plantear el problema a Dios tal como es, estar consciente del problema que te habita, no debe proyectarse el problema concreto a nadie. Reconocer que estas en el torbellino de la lascivia, pero que necesitas salir inmediatamente. El ayuno, la lectura de su Palabra, la comunión en la iglesia, el diálogo con la pareja, potencian la capacidad para vencer esa mortal lucha, después de todo, Dios mismo dice, “no con ejercito, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” [Zacarías 4:6]  es una batalla espiritual, Jesucristo dijo: “este género no sale sino con oración y ayuno” [San Marcos9:29].  Donde el amor revivirá lo marchito, es posible, Salomón dice: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor” [Cantares 8:7]. Después de la cruel batalla, dirás como se lee en el libro de Job: “Y olvidarás tu miseria. O te acordarás de ella como de aguas que pasaron” [Job 17:16]

 


1.- Juan, Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Buenos Aires- Grand Rapids, 1996 Nueva creación, 168 p

2.- Ibidem 453 p

3.- Juan, Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Buenos Aires- Grand Rapids, 1996 Nueva creación, 451 p

4.- Ibidem 452 p

5.- ibid 453 p

6.- Luis, Berkhof, Teología sistemática, Grand Rapids, Michigan, Libros Desafío, 637 p

7.- Juan, Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Buenos Aires- Grand Rapids, 1996 Nueva creación, 465 p

8 .- Gordon, J. Spykman, Teología Reformacional, un nuevo paradigma para hacer la Dogmática, 1994,    Grand Rapids, The Evangelical Literature League, 559 p