Cómo se que soy predestinado Miguel Fuentevilla Terán (Maestro en Filosofía)

09.02.2013 18:42

 

Cómo se que soy predestinado Miguel Fuentevilla Terán (Maestro en Filosofía)

Lectura bíblica: Romanos 8:28- 39

Texto clave: “Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Romanos 8: 30

Objetivo: Se intenta explicar la doctrina de la predestinación como una revelación propia de la buena voluntad soberana de Dios. Y el saberse predestinado, a partir del testimonio del cristiano.

Introducción  El beneplácito de la constante bendición, resultado de la elección pactada  por Dios inicialmente con su pueblo, posteriormente con su iglesia, es un eterno peso de gloria y paz que permite transitar por la vida sabiéndose perteneciente a Él; confirmado por el testimonio escritural que registra su pacto con la descendencia de Abraham, tal y como lo cantó el salmista “Descendencia somos de Abraham, su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos”. [Salmo 105:6] Ratificada, y al mismo tiempo, extensiva a los gentiles por la predicación del Evangelio, según constan las Palabras del mismo Salvador Jesucristo. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. [San Juan 6:44] Palabras que San Agustín comenta: “Si, como dice la Verdad, todo aquel que ha aprendido, vino, cualquiera que no ha venido, ciertamente no ha aprendido. No se  sigue, pues, que el que puede venir venga de hecho, si él no lo quisiere y lo hiciere; en cambio, cualquiera que hubiere sido enseñado por el Padre, no solamente puede venir, sino que viene de hecho. Porque éste ya está adelantado para poder, está aficionado para querer, y tiene el deseo de hacer”. 1  A la luz del comentario de San Agustín, se observa que la certeza de la predestinación, se corrobora en el comprender el modo de poder, de querer y de hacer. ¿De poder que? De poder querer y hacer la voluntad de Dios agradable y perfecta a partir del anclaje de la fe, no en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios, a efecto de establecerse en el terreno sólido de la eternidad para alcanzar su oportuna gracia, el buen favor y el gratuito socorro, sostenidos “como viendo al invisible” [Hebreos 11:27] Don divino para quienes han sido llamados en su amor  para comprender los designios de su santa voluntad, que restituye su favor y su comunión íntima, antepuesta por el puro conocimiento de su Palabra, como fuente única y todo-suficiente, en cualquier tiempo y circunstancia.  

      En este orden de ideas, Calvino define la predestinación: “al eterno decreto de Dios, por el que ha determinado lo que quiere hacer de cada uno de los hombres. Porque Él no los crea a todos con la misma condición, sino que ordena a unos para la vida eterna, y a otros para condenación perpetua…” La pregunta entonces puede ser ¿Cómo se que soy predestinado para la vida eterna?

      En primer lugar, es necesario reconocer la soberana voluntad de Dios; su propósito para llamar, justificar y glorificar a quienes en su sola gracia ha elegido. En tanto San Pablo dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…” [Romanos 8: 30] La soberana voluntad de Dios, inquebrantable y trascendental, mantiene su correlato con el destino de la humanidad y de quienes ha adoptado como sus hijos, otorgándoles seguridad al constituirse Señor de todo, como señala San Agustín, “en ti se hallan estables las causas de todas las cosas inestables, y permanecen inmutables los orígenes de todas las cosas mudables”. 2 Otorga sentido de pertenencia e identidad a sus hijos, quienes a su vez, reproducen su Palabra, según la parábola del sembrador. “Pero parte cayó en buena tierra y dio fruto”. [San Mateo 13:8]    

Desarrollo.- Hablar de la predestinación, hace necesario citar la elección; según el Doctor Berkhof, elección es: “ aquel acto eterno de Dios por el cual, en su soberano beneplácito, y sin tomar en cuenta ningún mérito visto de antemano en ellos, elige cierto número de hombres para hacerlos recipientes de gracia especial y de salvación”.3 Habida cuenta que la voluntad de Dios, según el Doctor Berkhof es: “aquella perfección del Ser Divino por medio de la cual, El, en un acto por demás sencillo, sale en busca de sí mismo como el supremo bien (es decir, se deleita en sí mismo, como Dios) y en busca de sus criaturas por causa de su mismo nombre y así su voluntad es el fundamento del ser y de la continuada existencia de esas criaturas”.4 Solo Dios mismo es garante de su buena y “soberana voluntad como la fuente y origen de toda existencia creada. Por su Palabra que sale y que es mediadora hace orden en el mundo. Mediante su Espíritu hace que abunde la vida”.5 Su buena y soberana voluntad se revela autoritativa, relacionada directamente a su contenido y propósito, específicamente redentor. Voluntad eterna, en el entendido que lo eterno, es ajeno a todo lo ordinariamente humano. Eficaz, en tanto, no existe posibilidad alguna de evitar que su buena voluntad se cumpla. Inmutable, Sin ningún margen de error, por tanto es fiel, verdadero y permanentemente. Incondicional o absoluto, puesto que todos sus detalles pertenecen a Él. Universal, puesto que es omni- incluyente.

      La perfección de su buena voluntad es luz, resplandece y prevalece contra las tinieblas. Buena voluntad, incuestionable, pero comprensible solo “para los que se salvan” según San Pablo “Porque la palabra de la cruz es locura para los que se pierden” [1ª Corintios 1:18] Puesto que,  “…el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura,  y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. [Corintios 2:14]

      Ahora, si bien es cierto, la elección tiene un sentido unilateral, “no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” [Romanos 9:16]. También es cierto que existe una responsabilidad del cristiano respecto de su posición con Dios. No es posible recargar todo el peso de la responsabilidad a Dios, haciendo caso omiso a la tarea asignada que como cristiano se acepta, evidentemente, responsabilidades derivadas de la predestinación de Dios.

     Según la parábola del Sembrador, la semilla que cayó en buena tierra dará fruto, son los frutos los que dan cuenta del saberse predestinado, “por su frutos los conoceréis ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” [San Mateo 7:16]

     La vinculación de la vida del cristiano a la buena voluntad de Dios, abarca la totalidad de su existencia, en todo lo concerniente a sus medios y fines, sus quehaceres orquestados en el conjunto de su cotidianidad, así como la visión del porvenir motivan al compromiso total, consagrado hasta la muerte por el establecimiento de la supremacía de su Verdad.

      Una vida enfocada confesional y realmente, reproduce el mensaje redentor de Dios, que centra, en toda su extensión y partes en Jesucristo, para hacer frente en el plano de lo social cualquier forma de pensamiento contrario a la voluntad soberana de Dios. Por ejemplo, una antropología individualista, -el individualismo metodológico-, la cual ubica al individuo como una entidad personal discreta, independiente, como un átomo, unidad básica, un bloque de construcción de la sociedad, un individuo nodal, de hecho más importante que la sociedad.

     Por otra parte, la antropología colectivista, -el colectivo metodológico- reducen al individuo a meros dientes en un engranaje mayor que es la sociedad, más importante que el individuo. Ambas teorías reemplazan la soberana y buena voluntad de Dios con algún tipo de autonomía humana.

      Respecto del individualismo metodológico, puede argumentarse que Dios creó al hombre como individuo unido a la totalidad de la raza “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los limites de su habitación” [Hechos 17:26].

      Y sobre el colectivo metodológico, se argumenta que: “la sociedad  no es un mecanismo ensamblado con diversas piezas separadas […] sino un cuerpo con miembros, sujeto a las leyes de la vida; de manera que somos miembros los unos de los otros”. 6 San pablo dice: “Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo”. [1ª Corintios 12: 20]   

      Saberse predestinado implica aceptarse como ser humano, individuo, siempre en una relación irreductible con Dios, su prójimo en el terreno de lo social y el mundo de Dios.

     Su oficio le supone una posición mediata, tanto debajo como encima, “debajo de Dios y encima del resto de la creación, consecuentemente responsable, ante Dios y de las cosas que se le confiaron”.7 Por lo tanto, debe aceptar que su vida se apoya en la autoridad divinamente delegada bien como padres, campesinos, en el hogar, los negocios, el estudio, el legislar, en todo lo demás. En ninguna manera puede actuar por cuenta propia, puesto que su ser, “su oficio no es un derecho, sino una tarea encomendada”.8 Como representante del Dador de cada tarea perteneciente al oficio, en el marco de la buena y soberana voluntad de Dios que lo abarca todo.

      Por otro lado, la responsabilidad se encuentra involucrada en el ser llamados hijos de Dios, tal como San Pablo, en una de sus tantas recomendaciones dice: “Mirad, pues con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios”.  [Efesios 5:15] Así también de servicio a Dios, lo cual descentraliza el ego humano, olvidando el prestigio, la promoción personal, la auto-gratificación, el auto-engrandecimiento, que más bien es una afrenta al llamado de Dios, para colocarlo bajo la sombra misteriosa de la fidelidad divina, “¿Que pues diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? [Romanos 8:31,32]

     El fiel cristiano, en cuanto a su relación con Dios es de servicio, de obediencia, en virtud de su llamado por Dios, asumir su responsabilidad de siervo de Dios. Por lo que hace a su prójimo, su relación es de custodio, toda vez que se le confía el cuidado de otros. Y, respecto a su relación con el mundo, el hombre es un mayordomo, a quien Dios confía toda la creación, de lo que en su momento rendirá cuentas del mandato cultural que le fue conferido.

     La perseverancia diligente en la enseñanza de la Palabra de Dios, significa una vida realmente dinámica, seguramente situada en la soberana gracia de Dios, y en el fragor de las luchas ideológicas, morales, incluso aquellas que ponen en juego la vida por la causa del Evangelio.

 

Conclusión.- La convicción de pertenecer a la Verdad, permite vivir, al mismo tiempo, luchar por el establecimiento de su supremacía.

      El Salvador Jesucristo lo señaló diciendo “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. [San Mateo 12: 30] La certeza vivencial de ser llamado hijo de Dios, se convierte un requisito absoluto para transitar por el único camino que lleva a la completitud y felicidad.

     Es en un reconocimiento y retorno al origen de la vida, que amable e incondicional invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar”. [San mateo 11:28]

     El ser elegidos como hijos suyos, es completamente unilateral, en tanto fue Dios de mutuo propio, quien acordó por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad recibir a quienes Él así lo determinó. Por lo que, la discusión sobre la predestinación, como un tema humanamente posible, caería en la vacuidad, si se pretendiera que un hombre o mujer, o una iglesia, denominacionalmente hablando, tuviesen la capacidad de responder osada y determinante quienes están predestinados para la vida eterna y quienes para la condenación perpetúa. De hecho, no hay nada más peligroso, herético y vertiginoso que creer en un hombre o una iglesia monopolizadora de la gracia de Dios.

       Así las cosas, saberse predestinados alude a una perseverancia en lo concerniente a Dios, aún en el mundo de las tentaciones, el acoso de principados y poderes demoniacos es insistente, por lo que, la enseñanza advierte en ello. “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”. [1ª Juan 2: 19] “En cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación”. [Hebreos 6: 9] “El que persevere hasta el fin, éste será salvo”. [San Mateo10:22] “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. [Filipenses 2:12,13]

     No obstante, no puede hablarse de una perfección evangélica, aquí y ahora porque entonces todos serían excluidos de la iglesia dice Calvino, por eso, aún es necesaria la instrucción divina. Así pues como dice Hendrikus Berkhof “Nosotros no perseveramos sino que él persevera llamándonos constantemente, perturbándonos, inspirándonos”9 hasta el día de Jesucristo. Así pues una fe que persevera no contribuye a la salvación, pero es la condición de estar orientado hacia la gracia de Dios- “ Porque no es un tomar, sino más bien un ser tomado; porque no es una conquista, sino más bien un ser conquistado”.

      La certeza de las palabras del Salvador esclarecen el tema:

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” Luego sigue diciendo: “Si vuestro Padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió”. [San Juan8: 36, 42]   “Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. [San Lucas 12:34]      

 

1.- San Agustín, De la Gracia de Jesucristo y del Pecado Original, XIV,15; XXXI

2 .- San Agustín, Confesiones, México, Editorial Porrúa, 1991, 4 p

 

3.- Luis, Berkhof, Teología sistemática, Grand Rapids, Michigan, Libros Desafío, 134 p

4 .- .- Ibidem, 89 p [San Mateo 22:14; Romanos 11:5; 1ª Corintios 1:27, 28;Efesios 1: 4; 1ª Tesalonicenses   1:4; 1ª Pedro 1:2; 2ª Pedro 1:10]

5.- Gordon, J. Spykman, Teología Reformacional, un nuevo paradigma para hacer la Dogmática, 1994,    Grand Rapids, The Evangelical Literature League, 168 p

                          

6.- Gordon, J. Spykman, Teología Reformacional, un nuevo paradigma para hacer la Dogmática, 1994, Grand Rapids, The Evangelical Literature League, 274 p

7 .- Ibidem, 257 p

8 .- Ibidem, 257 p

9.- Hendrikus, Berkhof, Fe Cristiana, 1979, Grand Rapids, Eerdemans, 477 p